¡Entra en el Flamenco Jazz! Capítulo Primero

El Flamenco Jazz constituye el primer mestizaje tanto del flamenco como del jazz, el más fértil y rico, el más sustancioso e interesante. Asimismo, es la mejor índole de música española de los últimos cuarenta años, la de mayor significación e inquietud. Por añadidura, también se cultiva fuera de España y por músicos extranjeros, en señal de su perfecta dimensión universal.

Este gran mestizaje celebra, acertada y positivamente, la magnífica unión de dos músicas de raza, destinadas desde sus mismísimos albores a hermanarse de forma natural e íntima, según sus múltiples y consistentes nexos antropológicos, artísticos y socio-culturales. Lógico pues que, en especial tras irrumpir el siglo XXI, el Flamenco Jazz suscite cierta atención intelectual, esfuerzos bibliográficos incluidos, que potencia desde un prisma teórico esa obvia y estimulante vitalidad que no deja de revelar en su propuesta pública (discos, actuaciones, clases magistrales, ciclos, giras, etc).   

Los parangones existentes entre Flamenco y Jazz en términos antropológicos e históricos, a escala humana y social, lógicamente comportan y propician concordancias estético-formales. Aplicando éstas con el debido talento, aflora tan ecléctica música. Revelando un desarrollo nada infrecuente en tales casos: 1) Precedentes e insinuaciones. 2) Surgimiento, con cierta decisión. 3) Consolidación, definida. 4) Desarrollo y estabilización, una vez asumido, y celebrado, el fenómeno.

De todas formas, representa un objetivo espinoso, por no decir imposible, definir, en términos técnico-estéticos, este mestizaje de forma precisa. Por esto, significativamente, resulta fácil advertir si un tema musical no es Flamenco Jazz, pero deviene difícil determinar cuándo sí lo es. Partiendo de una base general muy concreta: la proporción entre los ingredientes flamencos y los jazzísticos en general dista de revelarse equilibrada por sistema, en todos los discos o temas, en los músicos de antes o de ahora, en las actuaciones. Ahora bien, es mejor que sea así. En caso contrario, el maridaje resultaría monocorde y previsible, condenando el resultado por anticipado, frustrando los frutos de un matrimonio artístico que oficializó una pasión secreta pero obvia, para todos y cada uno de los interesados en que emergiera y fructificase. La atracción última entre estos dos amantes, el Flamenco y el Jazz, no era sino la, caliente e intensa, irresistible, que surgió entre el Soul (“alma”, en español) negro y el Duende gitano (esa cualidad, defínase sin miedo como “mágica”, que caracteriza de forma exclusiva e indefinible el arte, elevándolo sobre la mera técnica, por muy eficaz que pueda resultar ésta).

Así, puede predominar tanto el Flamenco como el Jazz en cada expresión o propuesta de categoría biunívoca, de forma tanto cuantitativa (tipo de instrumentos, número y extensión de los solos) cuanto cualitativa (armonías y melodías, cadencia y espíritu). En algunos casos, existe cierta euritmia, cierto es. Pero nunca está compensada impecablemente, pues, por fortuna, la música no es una ciencia exacta. Aún más, podría sostenerse que el Flamenco Jazz alienta el concepto de sinergia, al revelar un resultado que supera la mera suma de las partes.

En cualquier caso, existe, definitivamente, un mestizaje Flamenco-Jazz, el cual, como anuncia la denominación, se caracteriza, en primera y última instancia, por la concordancia de enriquecimiento mutuo entre ambas músicas. Y reitero el término “mestizaje”, dado que el de “fusión”, que en principio no sería menos válido, está ligado, en términos populares pero también historiográficos, con el maridaje Jazz-Rock que aflora a comienzos del decenio de los 70. Así, el Flamenco Jazz admite, y por tanto muestra, posibilidades diferentes en función de la posología. Patentes en el abanico de niveles y opciones que encierra, fluctuando desde la penetración - el Flamenco en el Jazz o viceversa - hasta la interconexión, con varios y diversos grados intermedios, entre los cuales figuran pinceladas, mayores o menores, de terceras modalidades musicales; por ejemplo, por elegir las más socorridas, el Pop o la Bossa Nova. Por lo tanto, si se quiere aprender y sobre todo disfrutar, debe afrontarse cada tema, cada manifestación de esta música, de forma individualizada, preferiblemente en su substancia particular que en su articulación general. 

En una medida poética o novelesca, pero válida, esta trabazón artística ya fue intuida a primeros del siglo XX por el mítico Jelly Roll Morton, uno de los pioneros del Jazz (incluso presumía de haberlo creado, mediante su típica fatuidad), pianista y cantante, jugador y proxeneta, al afirmar “Si no consigues meter un matiz español en las melodías, nunca tendrás el aliño apropiado, como lo llamo yo, para el Jazz” 

Curiosa y significativamente, el Flamenco Jazz da sus primeros y tímidos pasos gracias a un saxofonista cubano, el Negro Aquilino, a dúo con la guitarra del español Sabicas, a mediados de los años 30, y después, a finales de los años 50, se va insinuando gracias a cuatro geniales negros americanos, nada menos que Lionel Hampton, Charlie Mingus, Miles Davis y John Coltrane. ¿No es esto de lo más curioso e interesante?

De todas formas, se asienta de verdad gracias a otro genio, pero español, el saxofonista Pedro Iturralde, hacia finales de los años 60 y con la colaboración de un jovencísimo y todavía desconocido guitarrista andaluz: Paco de Lucía.

Aquí comienza realmente nuestra historia. Una historia apasionante, que iré desglosando capítulo tras capítulo, a lo largo de los próximos meses. Y entre todos llegaremos a una preciosa conclusión: mientras continúen existiendo, el Flamenco y el Jazz seguirán colaborando. Nacieron destinados para quererse y han aprendido mutuamente, como buenos enamorados. Y el Amor nunca miente. 

Iremos juntos, hablaremos de todos, no omitiremos a nadie.

¡Os esperamos!

por Carlos Aguillar

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