¡Conoce el Flamenco Jazz! - Los orígenes
El Jazz y el Flamenco emergen y se desarrollan con cualidad de vehículo expresivo, a la par que válvula de escape y nexo interno, de sendas comunidades que malvivían sin apenas posibilidad de mejoría, víctimas de un sistema social injusto por naturaleza y directamente racista, que les negaba unos derechos fundamentales: el pueblo gitano y el afroamericano, respectivamente. En ambos casos, tocar, lo mejor posible, la música propia, para solaz de un público blanco bien situado en términos económico-sociales y de cierto gusto estético, representaba una de las escasísimas vías para subsistir con cierta continuidad, aun modestamente. Dentro de estas comunidades, la música irradiaba mediante intensidad cegadora, trascendía a sí misma, significaba más de lo que era, en unas comunidades hermanadas en última instancia mediante una génesis tribal purísima, estricta, cuyas profundas raíces remiten a la denominada “noche de los tiempos”.
Así, este vínculo histórico-antropológico comporta un rudimento fundamentalmente escabroso, en virtud del cual irrumpe una génesis socio-musical ajena a la ortodoxia cívica y a la corrección oficialista de sus respectivos contextos. Se trata de una cualidad a la par sensualista, según el deseo atávico de disfrutar sin trabas, y áspera, debido a la tremenda marginación sufrida, que se incuba y crece en sendas colectividades al límite de la indigencia e incluso despreciadas sin ambages; es decir, la gitana española de los siglos anteriores al XX y la negra americana a finales del XIX.
Existen otras concordancias significativas en lo referido al albor y la configuración del Flamenco y del Jazz; significativamente, proceden de ese hibridismo cultural/mental que, por norma, siempre ha resultado tan positivo dentro de cualquier índole de Arte. Así, por una parte, el Flamenco arranca de una peculiar y jugosa conexión entre la identidad musical gitana, surgida en la India durante épocas inmemoriales, y el privativo folklore andaluz. Hablando a grandes rasgos, por supuesto, dado que en España existían otras culturas durante los tiempos y en las zonas donde el Flamenco comenzó a perfilarse; o sea, repítase, en Andalucía, y en inferior grado en Extremadura y Murcia. Estas culturas, de contrastada diversidad en sus variopintas procedencias (árabe, judía, latinoamericana, negra), provistas de sus respectivos perfiles musicales, influyeron, en la medida correspondiente, mayor o menor según el caso, de modo inconcreto pero fecundo, en forma taumatúrgica, espontánea y visceral, en la forja de ese Flamenco, que, tras la irrupción de la etnia gitana en la península ibérica en el siglo XV, con un punto de inflexión decisivo gracias la pragmática de Carlos III en 1783 que eleva los gitanos a la condición de ciudadanos españoles con idénticos derechos y deberes que el resto, irá definiéndose durante el XIX y estallará tras irrumpir el XX.
Por su lado, el Jazz cuaja, en términos de comercialización y espectáculo, en la misma época que el Flamenco, o sea durante el primer decenio del siglo XX; sin embargo, disfruta de unas raíces menos remotas en el tiempo y no tan nebulosas respecto a concepto. De hecho, no puede rebatirse que su proemio técnico-estético germina fundamentalmente a partir del Blues originado durante el período de la esclavitud negra en Norteamérica, mediante los Work Songs cantados en los campos de trabajo forzado a la manera tradicional africana (un solista a quien se responde con coros). Asimismo, es irrefutable que el Jazz nace en Nueva Orleans a finales del siglo XIX, mediante el feliz ensamblaje entre dicha base de Blues, poderosa de por sí, en similar medida que la personalidad musical gitana, y determinadas corrientes musicales hormigueando a la sazón en tan peculiar urbe. Es decir, en la parte de Estados Unidos célebre desde siempre por una tolerancia social y una apertura mental sobresalientes en la nación, dentro de las cuales resalta una inveterada, flagrante, explosiva e intensa afición a toda índole de placeres; debido a ello en América es denominada a título coloquial The Big Easy. En considerable medida esto sucedía debido a que en Nueva Orleans, que estaba dividida, oficiosamente, en dos zonas, la francesa y la americana, la convivencia entre etnias era más especial y estrecha, con diferencia, que en ninguna otra parte del país, también a raíz de estar abierta tanto al Caribe como a México, en una mixtura singular de gentes y culturas distintos, derivada de la cercana colonización española y de la larga presencia francesa
Tal promiscuidad de reminiscencias vibra pues, hirviendo, en el rudimento del Jazz, y entre ellas, en efecto, no faltan las españolas (¿el primer beso, todavía suavecito, propio de infantes, entre el Flamenco y el Jazz?). De forma que la unión de razas/culturas que propicia el nacimiento y el desarrollo del Jazz, bien mirado, a la postre significa metáfora de éste en su entraña musical, así como, por extensión, en su naturaleza social y sociológica, política y antropológica, ética y estética. Justo como el Flamenco.
Sin olvidar nunca la relevancia europea en estos dos maridajes: la idiosincrasia andaluza, en el primer caso, y las huellas francesas, españolas y británicas, en el segundo, amalgamadas con las iniciativas gitanas y negras, respectivamente.
De todos modos, al investigar las fuentes históricas y la configuración del Flamenco y del Jazz no tarda en advertirse que, entre especulaciones subjetivas y afirmaciones infundadas, la realidad y la leyenda, el mito y la ficción, bailan en un abrazo. Un abrazo en verdad precioso, que se va estrechando amorosamente, y en acogedora media luz, cuanto más lejos en el tiempo penetra la curiosidad. Y no me parece mal esta enjundiosa y fascinante incertidumbre. Hermosas, e innegociables, razones estéticas determinan que yo estime preferible, en casos de esta índole, las tinieblas inherentes a un pasado fabuloso e inextricable antes que la luz cegadora representada por esa sistematización académica que, por norma, nada deja fuera de su implacable y prosaico rigor.
Dejemos siempre espacio a lo indeterminado, a lo inconcreto, a la poesía. También a la hora de investigar el Flamenco Jazz, por supuesto.
por Carlos Aguilar

